SOBRE "EL CAMINO DE LEDESMA", DE EDUARDO CASANOVA
ALONSO ANDREA DE LEDESMA, EL QUIJOTE Y EL CAMINO DE EDUARDO
CASANOVA
Por Eziongeber Chino Alvarez
En 1595, cuando los piratas ingleses llegaron a
Santiago de León de Caracas, lo hicieron atravesando las sierpes empinadas de
la montaña capitalina. Los vecinos, al divisarlos, se convirtieron en multitud
desaforada emprendiendo la huida como pudieron. Muy pocos quedaron para
combatir a los forajidos. Mejor sería decir, que el único que le hizo frente a
los invasores fue un hombre andrajoso, alto, flaco y desgarbado. Pénculo se
llamaba la bestia, Alonso Andrea de Ledesma su jinete, el valeroso caballero protagonista
de esta inmensidad de historia. Lanza antigua y oxidada en ristre, Don Alonso
no era en modo alguno un mozalbete ni mucho menos ya que se se trataba de un
añoso guerrero como bien lo constató después el propio Amyas Preston.
En rigor, un anciano para los saberes de la
época. Este hecho tan notorio, esta defensa in extremis de la ciudad de
Santiago, ocurrió diez años antes de que Miguel de Cervantes y Saavedra
escribiera "Don Quijote de la Mancha", razón por la cual para la
posteridad también quedaron serias investigaciones encaminadas todas a tratar
de develar el origen de Alonso Quijano, constituyendo demasiada casualidad que
ambos combatientes se llamaran de igual forma: Don Alonso.
Todo esto requirió de una gran investigación que
a los efectos ha llevado nuestro autor Eduardo Casanova Sucre (nacido en
Caracas, el 12 de diciembre de 1939). Don Eduardo, dueño de una pluma certera,
sabia y siempre bien fundamentada, inevitablemente llegó a la misma conclusión
que un testigo excepcional del episodio, el señor Gaspar de Silva, y cito
textualmente: "Que sabe este testigo y vido cómo el dicho capitán, como
tal y siendo como era tan gran señor le embistió al enemigo inglés a caballo
con su lanza y su adarga y andando gran rato, escaramuzando entre ellos como
tan valiente soldado y servidor de Su Majestad, le dieron un balazo que lo
mataron, y cayó muerto de su caballo".
Justo el 29 de mayo de 1595, unos quinientos
piratas al mando del tristemente célebre Amyas Preston arribaron a la ciudad de
Caracas, conducidos a través de parajes secretos por un traidor de apellido
Villapando. De esta manera los rufianes pudieron evitar transitar por la
principal y conocida ruta llamada "El camino de los españoles". Como
paga, Villapando murió ahorcado de un grueso sauco allá en la cima montañosa y
así fue como pudieron los piratas tomar desprevenidos a los vecinos de Caracas,
que, como he dicho huyeron despavoridos.
Esta excepcional historia no pasó desapercibida
para Juan Vicente González. En 1846, el periodista trazó paralelos con la
situación que vió en sus tiempos, y lo mismo hizo Mario Briceño Iragorry en su
libro "El caballo de Ledesma". Tampoco podemos desairar "Caracas
física y espiritual" de Aquiles Nazoa o los estudios que haría Walter Dupuy
al respecto de la extraña y heróica hazaña adelantada por Alonso Andrea de
Ledesma en tan lejana ocasión. Según Nazoa, Amyas Preston antes de llegar a
Santiago, ya había acabado con lo poco que encontró en La Guaira y antes de
eso, sitió la ciudad de Cumaná cuyos habitantes pagaron para que el pirata no
la invadiera. Luego, la situación no pintaba bien para los caraqueños de
entonces. La Caracas de 1595 se sobreponía de una terrible plaga de gusanos
"que abatió su economía", según Nazoa, y no tenía fuerzas para andar
combatiendo malhechores.
Mire, si alguien podía afirmar con rigurosa
propiedad que Santiago de León de Caracas era su ciudad y a su defensa se
debía, ese no era otro que Don Alonso Andrea de Ledesma. La confrontación no
era nada extraña para este combatiente experimentado, quien fundó la ciudad con
Diego de Losada en 1567 después de enfrentar y vencer las huestes del indio
Guaicaipuro. Veinticinco años después le correspondió pues, a Don Alonso
subirse a su jamelgo para enfrentar a Preston, quien ordenó a los suyos no
disparar contra Ledesma hasta que inevitablemente, por la saña y la pericia con
que actuaba Ledesma, no le quedó más alternativa que ordenar que lo mataran. Un
glorioso suicidio ante el cual los saqueadores no daban crédito. Tras su
muerte, "fue traído a la ciudad en procesión por los piratas y enterrado
con grandes muestras de honor y respeto dada su valentía", recoge Nazoa.
Eduardo Casanova se distingue por su labor
investigativa que va desgranando de a poco la vida del grande guerrero y por su
letra sabemos detalles inéditos de la vida de Ledesma. Eduardo Casanova Sucre
propone además con rigor y fundamento, que: "Es un hecho demostrado que,
poco después de la muerte de Ledesma, cuando con toda probabilidad llegó a
Sevilla la crónica del hecho narrada por Gaspar de Silva, Cervantes estaba en
la ciudad".
Sí. Hablamos de Alonso Andrea de Ledesma. El
mismo que combatió al lado de Juan de Carvajal y del capitán Diego García de
Paredes. El mismo Ledesma que ayudó a fundar El Tocuyo y la ciudad de Trujillo.
El mismo que descubrió el sitio donde se escondía Lope de Aguirre, siendo uno
de sus captores. Caballero de investidura y coraje, Don Alonso también combatió
en Lagunetas al indio Guaicaipuro logrando que este se replegara y luego peleó
con otros indios acaudillados por el mismo Guaicaipuro venciéndolos en la
batalla de San Pedro, así que nada de raro tenía que tan sólo acompañado por su
lanza, su adarga y su caballo, más viejo y flaco que él mismo, saliera a los
linderos de la ciudad a presentarle batalla a más de quinientos piratas, todos
fuertemente armados. Para entender los fundamentos y la certeza y también las
sinrazones de la historia de Venezuela, hay que leer a don Eduardo Casanova
Sucre. Sí. Don Eduardo. Así lo llamamos con respeto en las redes sociales en
dónde se muestra activo y vigilante. En donde siempre procura enseñarnos. Buena
cosa es que la Editorial Ítaca lo convoque. Buena cosa que él escriba conforme
a la verdad y sabiduría que empuña en su mano a la hora de escribir.
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